Esta si tenéis ganas de que sea lunes, ¿eh? Estaréis pensando que soy una puta por no contaros lo que pasó. Estáis en lo cierto, lo soy. Pero ese no es el caso, así que supongo que mejor os empiezo a contar lo que pasó y así salimos de dudas.
Era una tarde verano cuando una terrible lluvia comenzó a caer incesantemente sobre nuestras cabezas. Aquella tormenta de verano fue estremecedora. El miedo recorría cada centímetro de mi ser. Bah, es demasiado cansar pensar para escribir. Resumo: ayer a la salida de clase, sobre las dos y media del mediodía, fui a hablar con Miguel Ángel sobre lo nuestro. Cuando decidimos quedar como amigos se había hecho tarde y ya no había nadie por allí. Cuando salimos hacia el patio tropecé y caí en un agujero que estaba en el suelo y me manché toda. Otro motivo para no volver a intentarlo con Ángel aquel día. El caso es que cuando me ayudaba a salir de ahí, me tropecé de nuevo (es que con la lluvia el pantalón se me caía y me lo pisé, algo que volvería a pasarme cuando iba a llegar a casa, tarde por cierto) y volví a caer. Me golpee la cabeza con algo. Pensé que sería alguna piedrecilla que hubiera ahí, pero no. El caso es que como antes había jardines (ahora tenemos un campo de baloncesto) debajo de las baldosas era todo tierra. Imaginaos las pintas que me llevaba toda mojada y manchada de tierra de la cabeza a los pies, parte de la cara incluida. Bueno, que revolví un poco la tierra para ver que es lo que era con lo que me había golpeado. Entonces lo encontré. ¡Había un hueso!
¡Qué fuerte tía! ¿Y si hay alguien enterrado allí? ¿Os imagináis que eso fuese antes un cementerio? Con razón da tan mal rollo ese sitio. O peor aún. ¿Os imagináis que mataron a alguien y le enterraron antes de tapar el suelo para que nadie lo encontrara? Hoy ya no duermo seguro. Estuve con Ángel el resto del día. Ni siquiera fui a comer a casa. Me cayó la del pulpo, pero no tenía la cabeza para pensar en ello en ese momento. Aún no sabemos que hacer, si contárselo a alguien u olvidarnos del tema. Yo voy a seguir pensando, aunque me agote. Ya os contaré. Adiós.
Era una tarde verano cuando una terrible lluvia comenzó a caer incesantemente sobre nuestras cabezas. Aquella tormenta de verano fue estremecedora. El miedo recorría cada centímetro de mi ser. Bah, es demasiado cansar pensar para escribir. Resumo: ayer a la salida de clase, sobre las dos y media del mediodía, fui a hablar con Miguel Ángel sobre lo nuestro. Cuando decidimos quedar como amigos se había hecho tarde y ya no había nadie por allí. Cuando salimos hacia el patio tropecé y caí en un agujero que estaba en el suelo y me manché toda. Otro motivo para no volver a intentarlo con Ángel aquel día. El caso es que cuando me ayudaba a salir de ahí, me tropecé de nuevo (es que con la lluvia el pantalón se me caía y me lo pisé, algo que volvería a pasarme cuando iba a llegar a casa, tarde por cierto) y volví a caer. Me golpee la cabeza con algo. Pensé que sería alguna piedrecilla que hubiera ahí, pero no. El caso es que como antes había jardines (ahora tenemos un campo de baloncesto) debajo de las baldosas era todo tierra. Imaginaos las pintas que me llevaba toda mojada y manchada de tierra de la cabeza a los pies, parte de la cara incluida. Bueno, que revolví un poco la tierra para ver que es lo que era con lo que me había golpeado. Entonces lo encontré. ¡Había un hueso!
¡Qué fuerte tía! ¿Y si hay alguien enterrado allí? ¿Os imagináis que eso fuese antes un cementerio? Con razón da tan mal rollo ese sitio. O peor aún. ¿Os imagináis que mataron a alguien y le enterraron antes de tapar el suelo para que nadie lo encontrara? Hoy ya no duermo seguro. Estuve con Ángel el resto del día. Ni siquiera fui a comer a casa. Me cayó la del pulpo, pero no tenía la cabeza para pensar en ello en ese momento. Aún no sabemos que hacer, si contárselo a alguien u olvidarnos del tema. Yo voy a seguir pensando, aunque me agote. Ya os contaré. Adiós.
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