Otro día más de clase y ahora encima con el calor se me hace más insoportable aún si cabe. Solo quedan dos semanas para irnos a Valencia y a penas un mes para que acabe el curso. ¿Entendéis ahora por qué necesito ya las vacaciones? Son demasiadas emociones juntas como para soportarlas de golpe. Encima hay que esperar para que lleguen tan ansiadas noticias. Si tuviera paciencia bueno, ¡pero no la tengo! En fin, empiezo a contaros la noticia del día.
La verdad es que llevamos una semana animada en lo poco que llevamos de ella. Entre la muerte de la abuela de Belén y de su desaparición oficial de Nancy (rubia tonta no se lo podrá quitar de encima por mucho que quiera) hemos estado ocupadas, cotilleando quiero decir. Por eso hoy no iba a ser menos, aunque esta ve la noticia no viene ligada a una cabellera platina como venía siendo habitual últimamente. En su lugar viene ligada a las piedras. No, no estoy fumando cosas raras. Lo que ocurre es que, como era de esperar, el instituto ha sucumbido a los estragos de la edad. Hace ya años que tiene sus arrugas, pero esta vez las grietas han ido a más. En el patio tenemos una pequeña zona cubierta con un tejado unido al pabellón de secundaria. Pues bien, digamos que el techo y el suelo ahora son uno. Así es, se ha desplomado el techo del instituto. Afortunadamente no había nadie por ahí en ese momento, más que nada por que se cayó por la noche, pero por desgracia no se ha caído en mi clase, así que he tenido que seguir dando clase. Aún no ha venido nadie a arreglarlo, aunque me parece a mí que van a tardar algo más de una tarde. Solo espero que haya algún obrero guapo. No penséis en ningún viejo que me da algo, ¿eh? Es que el año pasado vino un chaval cuando se estropeo un baño que… pff. ¡Cómo estaba! Tendría diecinueve años el chico. Ojalá venga de nuevo, aunque no tenga nada que ver la obra con la fontanería.
Bueno, pues eso ha sido todo por hoy, aunque podéis estar seguros de que mañana pasará algo nuevo. Estamos en racha y, como se suele decir no hay dos sin tres. Primero Belén, luego el techo… ¿qué será lo próximo?
La verdad es que llevamos una semana animada en lo poco que llevamos de ella. Entre la muerte de la abuela de Belén y de su desaparición oficial de Nancy (rubia tonta no se lo podrá quitar de encima por mucho que quiera) hemos estado ocupadas, cotilleando quiero decir. Por eso hoy no iba a ser menos, aunque esta ve la noticia no viene ligada a una cabellera platina como venía siendo habitual últimamente. En su lugar viene ligada a las piedras. No, no estoy fumando cosas raras. Lo que ocurre es que, como era de esperar, el instituto ha sucumbido a los estragos de la edad. Hace ya años que tiene sus arrugas, pero esta vez las grietas han ido a más. En el patio tenemos una pequeña zona cubierta con un tejado unido al pabellón de secundaria. Pues bien, digamos que el techo y el suelo ahora son uno. Así es, se ha desplomado el techo del instituto. Afortunadamente no había nadie por ahí en ese momento, más que nada por que se cayó por la noche, pero por desgracia no se ha caído en mi clase, así que he tenido que seguir dando clase. Aún no ha venido nadie a arreglarlo, aunque me parece a mí que van a tardar algo más de una tarde. Solo espero que haya algún obrero guapo. No penséis en ningún viejo que me da algo, ¿eh? Es que el año pasado vino un chaval cuando se estropeo un baño que… pff. ¡Cómo estaba! Tendría diecinueve años el chico. Ojalá venga de nuevo, aunque no tenga nada que ver la obra con la fontanería.
Bueno, pues eso ha sido todo por hoy, aunque podéis estar seguros de que mañana pasará algo nuevo. Estamos en racha y, como se suele decir no hay dos sin tres. Primero Belén, luego el techo… ¿qué será lo próximo?
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