Buenos días a todos. Os preguntaréis que me ha pasado hoy. Os lo voy a contar: nada. Nada de nada ha pasado hoy. Ni una mísera cosa. Hoy ha sido uno de los días más aburridos de mi vida. Parece que con la llegada del calor se le derriten las meninges a la gente y están más aburridos que nunca.
En el instituto han faltado muchas personas. Dos profesores no han venido a clase, cosa que está bien, pero también han faltado cinco personas. A ver, si fuese alguna barbie loca pues me alegraría, pero siendo Rubén, Daniela, Paula y Toni pues no, no me alegro tanto. Ya sé que Toni no va a mi instituto, pero prometió que se pasaría hoy a hacerme una visita. ¿Que quién es la quinta persona? Seré buena por esta vez y os lo diré. Es Miguel Ángel. Así es, mi ángel no ha venido a clase. Ya veis, una mañana de aburridas clases sin mis mejores amigos y sin el futuro padre de mis hijos (porque lo será, aunque él aún no lo sepa). Encima hemos tenido la última clase de ciudadanía antes del examen. Como es costumbre en esta clase, cada uno estaba a su bola. El profesor habla para las paredes. Mientras, los alumnos, sutilmente, pasamos de la clase para hablar, cotillear, jugar a un stop o a los barquitos o directamente sacamos las cartas y echamos un mus en las últimas filas. Lo sé, la discreción no es nuestro punto fuerte, pero es que este tío aburre hasta a las ovejas. Entre su tono de voz, su cadencia y la forma de expresarse que tiene os juro que se haría millonario vendiendo cintas para dormir. Eso fue todo lo que dio de sí la mañana.
Luego por la tarde me fui a correr un rato al parque. Creo que debería apuntarme a un gimnasio en condiciones y dejarme ya de ir al parque como los viejos. Cuando vine me di un baño largo de espuma. ¡Qué relax! Después de tanto deporte y de tanta naturaleza era hora de vivir en el siglo veintiuno. Encendí el portátil, puse unas canciones y una película a descargar y abrí el Messenger. Miré mi Tuenti y actualicé el Twitter. Más tarde cogí una tableta de chocolate Valor (placer adulto sí, pero yo soy muy mala y peco mucho, así que total, uno más no se nota) y comencé la ronda. Mis dedos se deslizaban sobre las teclas de móvil a una velocidad de vértigo, lo que me permitió enviar más de siete mensajes en tres escasos minutos. Todo un record. Tras eso llamé a Ángel. Él se merece algo más que un cutre mensaje. Por lo visto se había puesto malo y mañana tampoco vendrá a clase. Cree que es por algo que comió, porque su familia está igual. Será una gastroenteritis.
Lo mejor va a ser que me quede aquí comiéndome algún que otro pedazo de chocolate y descanse un rato, que vengo muerta. Hala, hasta otra.
En el instituto han faltado muchas personas. Dos profesores no han venido a clase, cosa que está bien, pero también han faltado cinco personas. A ver, si fuese alguna barbie loca pues me alegraría, pero siendo Rubén, Daniela, Paula y Toni pues no, no me alegro tanto. Ya sé que Toni no va a mi instituto, pero prometió que se pasaría hoy a hacerme una visita. ¿Que quién es la quinta persona? Seré buena por esta vez y os lo diré. Es Miguel Ángel. Así es, mi ángel no ha venido a clase. Ya veis, una mañana de aburridas clases sin mis mejores amigos y sin el futuro padre de mis hijos (porque lo será, aunque él aún no lo sepa). Encima hemos tenido la última clase de ciudadanía antes del examen. Como es costumbre en esta clase, cada uno estaba a su bola. El profesor habla para las paredes. Mientras, los alumnos, sutilmente, pasamos de la clase para hablar, cotillear, jugar a un stop o a los barquitos o directamente sacamos las cartas y echamos un mus en las últimas filas. Lo sé, la discreción no es nuestro punto fuerte, pero es que este tío aburre hasta a las ovejas. Entre su tono de voz, su cadencia y la forma de expresarse que tiene os juro que se haría millonario vendiendo cintas para dormir. Eso fue todo lo que dio de sí la mañana.
Luego por la tarde me fui a correr un rato al parque. Creo que debería apuntarme a un gimnasio en condiciones y dejarme ya de ir al parque como los viejos. Cuando vine me di un baño largo de espuma. ¡Qué relax! Después de tanto deporte y de tanta naturaleza era hora de vivir en el siglo veintiuno. Encendí el portátil, puse unas canciones y una película a descargar y abrí el Messenger. Miré mi Tuenti y actualicé el Twitter. Más tarde cogí una tableta de chocolate Valor (placer adulto sí, pero yo soy muy mala y peco mucho, así que total, uno más no se nota) y comencé la ronda. Mis dedos se deslizaban sobre las teclas de móvil a una velocidad de vértigo, lo que me permitió enviar más de siete mensajes en tres escasos minutos. Todo un record. Tras eso llamé a Ángel. Él se merece algo más que un cutre mensaje. Por lo visto se había puesto malo y mañana tampoco vendrá a clase. Cree que es por algo que comió, porque su familia está igual. Será una gastroenteritis.
Lo mejor va a ser que me quede aquí comiéndome algún que otro pedazo de chocolate y descanse un rato, que vengo muerta. Hala, hasta otra.
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