sábado, 8 de agosto de 2009

Capítulo 50

Viernes al fin. Alegría y temor recorren mi cerebro. El fin de semana está aquí, aunque para mí no será demasiado bueno. Os cuento por qué.

Ayer decidí dar la carta a mis padres con lo del resultado del examen y la razón. Como era de esperar, mi padre se puso hecho una furia. Mi madre también, pero ella escuchó lo que pude alegar en mi defensa, ya que obviamente no reconocí que copié, y consiguió calmar a mi padre. Al principio no se lo creían, así que llamé a algunas y algunos de clase y les pedí que se pusieran al teléfono sus padres. Estos les contaron a los míos que también su hijo o hija había recibido la carta del profesor. No conseguiría quitarme el cero, pero sí que conseguí que me dejaran salir, aunque no este fin de semana. Hasta que se aclarasen las cosas estaba castigada. Podía haber sido peor, por lo que tendré que mirar el lado positivo. Ya quedaré con Ángel la semana que viene (si él vuelve a querer) u otro día ya más adelante.


Pero decidí resolver lo de la nota. Hoy he reunido a toda la clase antes de ir al recreo para que elijamos a un representante (es que el delegado fue elegido por joder y no hace mucho que digamos) para hablar con el director de lo que pasó. Así conseguiríamos que nos quitaran el cero y nos pusieran nuestro sobresaliente, y a ser posible una rectificación por escrito del lerdo que se atreve a llamarse a sí mismo profesor. Decidimos que fuese Ángel. ¡Si es que este chico vale pa’ tó’! Al cabo de quince minutos volvió. No tenía una bella y cálida sonrisa como suele tenerme acostumbrada, por lo que supuse lo que le había dicho el director. En efecto, no le había hecho caso. Poco a poco se fue enfadando más y más (gracias a la ayuda de otros, todo hay que decirlo), hasta que Miguel Ángel explotó y decidió que lo mejor es protestar. Desde el lunes ya saben los profesores lo que toca: ¡HUELGA!

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