martes, 1 de septiembre de 2009

Capítulo 67

Jeelou! ¿Qué tal todo por ahí? Mucho calor, ¿verdad? Que pena, y encima yo aquí en la playita tomando el sol y dándome de vez en cuando un baño en el mar sin poder ayudaros. Qué fastidio tener que estar aquí, ¿verdad?

Vale, vale. Ya dejo de vacilaros (por hoy) y empiezo a contaros. Bueno, comenzaré (y seguramente acabaré) contándoos lo que hice ayer en el primer día de viaje. Como ya os dije ayer nos levantamos a las siete y media y nos acostamos (cosa que muchos no hicieron) a las seis. Con las legañas aún puestas Cris, Dani, Paula y yo (todas estamos en la misma habitación) nos arreglamos para bajar a desayunar. Bajamos al restaurante muy monas por cierto. No éramos las únicas que nos movíamos como zombis por ahí. A decir verdad, la mayoría estábamos así. Mi Ángel no, porque un hombre como él (por lo de perfecto me refiero) nunca está cansado. O puede que sí, pero solo un poco por no dejarnos mal a los demás (que bueno es el pobre). Tomamos un desayuno rápido, ya que la mayor parte del tiempo la invertimos en arreglarnos (que una no puede salir por ahí como si nada), así que solo pude tomarme un zumo y un croissant camino del bus. Hoy toca ver el oceanógrafo.

A los veinte minutos habíamos llegado. Armados con nuestras cámaras llegamos a la entrada y paramos para hacer la típica foto que sale en todos los anuncios de la ciudad. Vimos después todo lo que te puedes imaginar en un acuario y más. Lo mejor fue una sala en la que las paredes son los cristales de la “piscina” en la que estás metido. El techo también es un cristal a través del cual puedes ver como pasa un tiburón sobre tu cabeza. La verdad es que impresiona bastante (sobre todo a mí, que pensé todo el tiempo que se romperían los cristales), pero desde luego es algo totalmente distinto a lo que había visto anteriormente. Aunque pensándolo bien, yo no he estado en muchos zoos o acuarios. Bah, me fío de lo que me dijo el guía. Y hablando del guía, teníais que haberlo visto. Estaba cañon. Era rubio, con los ojos verdes claro, barbita de tres días (eso me pierde) y estaba cachas, pero sin pasarse (puede que os ponga una explicación para que entendáis mejor esto último). El caso es que esa sala y la situación que viví en ella fue de lo más surrealista que he vivido jamás, y eso que paridas si que he visto (por desgracia) muchas. Más de veinte personas (porque nos separaron engrudos al entrar) bailando el “Paquito el chocolatero” mientras veíamos un pez idiota que se golpeaba contra el cristal.

El resto del día ya os podéis imaginar como fue. En cuanto volvimos al hotel había que cenar y después he venido a la sala de Internet. Otros han ido a los recreativos y, la mayoría, iremos a ver la discoteca un poco, pero sin mucho lío que hoy estoy cansada. Tened en cuenta que hay que reservar energías para no dejar dormir a los residentes del pasillo esta noche. Bueno, me voy a explorar un poco el hotel. Mañana me paso y os cuento que tal el día. Adiós.

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